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    Desde 01/01/2016




    Museo Nacional Ferroviario, una visita imperdible

    Muchas veces caminamos por Buenos Aires y vemos, pero no miramos. Seguramente has pasado más de una vez frente a un edificio de ladrillos, situado en Avenida del Libertador 405, pero ¿te has preguntado que hay allí? Te cuento que hay un imperdible Museo Nacional Ferroviario que vale la pena visitar.

    Museo FerroviarioHasta ese lugar llegaban los vagones y furgones provenientes de distintos lugares del país, cargados de mercaderías que luego, mediante camiones se distribuían en la ciudad de Buenos Aires. Allí había un galpón N°1 de operaciones, que funcionó hasta 1915, cuando se construyó la Estación de Retiro.

    Desde 1971 se creó en ese espacio el Museo Nacional Ferroviario (MNF) Raúl Scalabrini Ortiz, que cuenta con una variada colección temática sobre los ferrocarriles y cómo influyeron en el crecimiento de nuestro país.

    En este museo descubrirás anécdotas o vivencias familiares y recuerdos lejanos, todos asociados a la aventura o hábito de viajar en tren.

    La auto-referencia es ineludible porque gran parte de la dinámica económica, social y turística de la gran mayoría de los habitantes tuvo algún nexo con viajar en tren desde que, en 1857, partió la primera locomotora, La Porteña, fabricada en Gran Bretaña y conducida por los hermanos e ingenieros John y Thomas Allan, nacidos en Liverpool. Hecho que aconteció el 30 de agosto de ese año cuando se inauguró un trayecto pionero entre la actual Plaza Lavalle (la Estación del Parque estaba emplazada donde luego se construyó el Teatro Colón) hasta Floresta.

    Evolucionó tanto que una cifra sorprende: en 1955 la red tenía ¡45.700 km de vías!, extensión que equivale a una vuelta completa al mundo y todavía sobran 5.625 km, longitud equiparable a un ficcional tren que cubriera desde Mar del Plata hasta Cartagena en Colombia. Este desarrollo kilométrico ubicó a la Argentina en el quinto lugar del mundo en la materia y segundo en el continente americano, detrás de los Estados Unidos.

    De acuerdo a lo que explican en el Museo: “En los años 60 aquí funcionó una imprenta que producía piezas para instituciones o empresas estatales incluyendo la impresora de boletos de tren que aún está en funcionamiento. Luego, en 1971, se creó este centro cultural e histórico patrimonial después de una gran exposición ferroviaria organizada por el gremio de La Fraternidad. Como el material rodante y tractivo quedó estacionado en la playa de coches del Mitre, fue entonces que se decidió abrir el Museo”.

    Las distintas salas y bloques relatan de modo altamente atractivo el acontecer del medio con equipos, locomotoras, coches, zorras, velocípedos, piezas de señalamiento, herramientas, implementos típicos, documentos, relojes, teléfonos, telégrafos y fotos, además de incluir una sala que rinde homenaje a Scalabrini Ortiz, quien impulsó la nacionalización de los ferrocarriles durante el gobierno de Juan Domingo Perón, en 1948.

    Los lazos afectivos o emotivos de los visitantes se estrechan cuando la máquina marca los boletos de cartón para llevarse como recuerdo, se ve la pintoresca y tradicional “Boletería”, o suena la campana de partida de una eventual formación.

    Del mismo modo que sorprende ir descubriendo que hubo un tiempo en que el trabajo en algunos puntos de la geografía territorial implicó la participación de muchos hombres –en cualquier clima o dificultad– usando herramientas manuales como pico, pala o barreta, dinamita y cargando material en carretillas. A la vez que grandes trazados exigieron material pétreo de base, durmientes de quebracho y extensas vías para armar los distintos anchos de trocha. Las líneas Mitre, Sarmiento, Roca y San Martín usan trocha ancha, el Urquiza corre sobre media, angosta es la del Belgrano y en la Patagonia está La Trochita (que une ocasionalmente Esquel con El Maitén).

    Resultan sorprendentes los detalles de confort y decoración del coche presidencial, así como las vitrinas con la vajilla inglesa o la platería colonial o el servicio de cine con proyector. Pero, por supuesto, las estrellas del lugar son las locomotoras y los coches. Reluciente es la locomotora francesa “Patria”, una Schneider 2622 construida en 1896, que –entre otros destinos– cubrió hace un siglo el tramo chubutense entre Comodoro Rivadavia y Colonia Sarmiento. También la máquina inglesa “1567" fabricada por la firma Vulcan Foundry en 1949 que prestaba servicio tanto de pasajeros como de cargas en el Ferrocarril Roca y que aún se usa para viajes en eventos especiales.

    Otra pieza notable es el “Coche 1417", con un bastidor importado, que se armó en los talleres del Ferrocarril Sud en Remedios de Escalada en 1920 y por tres décadas estuvo asignado al gerente general de la compañía. Después dejó de circular, pero dada la calidad y lujo, siguió usándose para recepciones y almuerzos.

    Museo FerroviarioAsí como en el patio que da a la avenida impacta la locomotora “658", fabricada por la firma Hunslet durante la Primera Guerra Mundial. Lo insólito es que la fabricaron mujeres porque los hombres estaban en los frentes de batalla. Vueltas de la vida, en nuestro territorio se usó para transportar papas en el sur bonaerense en ramales auxiliares.

    En tanto que entre el mobiliario más apreciable está la mesa del Ferrocarril Oeste donde fue firmada en 1948 la nacionalización de los servicios ferroviarios, la transferencia y la posesión efectiva de estas líneas por la gerencia de la empresa y las nuevas autoridades.

    También se sorprenderán con un sector en el que hay una muestra de banderines de clubes deportivos. Se trata de los 120 clubes del país de varias disciplinas deportivas que tienen su origen en la actividad ferroviaria. Por ejemplo: Ferro Carril Oeste (emblema del barrio porteño de Caballito, fundado en 1904 por 95 empleados de esa compañía), Talleres (nacido en 1913 gracias a los obreros de los talleres del Ferrocarril Central Córdoba), Central Córdoba (creado en 1919 por ferroviarios y vecinos del barrio Oeste de Santiago del Estero) y Palmira (surgido en Mendoza en 1912 con el nombre Pacific Athletic Club Palmira). Referencias elocuentes de que muchas ciudades nacieron a partir de una estación.

    Entre lo extravagante, hay un implemento culinario que escandalizará a los veganos militantes. Se trata de una ¡prensa para patos!, fabricada por la empresa británica Elkington & Co, que perteneció a la cocina del Hotel Sudamericano de Bahía Blanca y que en 1919 pasó a formar parte del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. Este artificio se usaba para elaborar el menú francés Canard Tour d’Argent (o Canard au sang), nacido en el restaurante parisino homónimo. Lo concreto, al plato: porciones de pato con una salsa formada por tuétano y sangre del ave obtenidas mediante esta prensa.

    Otro aparato curioso es un cardador de lana que se utilizaba en colchonería para renovar la elasticidad de las cuchetas de los coches dormitorio o los muebles que tenían asientos mullidos o sillones de las unidades especiales. También de antaño es la central telefónica, que aún opera y los niños pueden jugar con ella.

    En el ala izquierda del vistoso edificio funciona el Centro de Estudios Históricos (accesible para investigadores e historiadores), que conserva fotografías, documentación y originales relacionados con la ingeniería y la arquitectura de estaciones, el uso de la tierra, las empresas constructoras, las técnicas de trabajo e informes sobre organización y explotación. Material cuyo contenido maneja con celo y mucho conocimiento Marcelo Andrada, quien refirió informaciones y mostró valiosos registros y fotos para la investigación que motivó este artículo.

    Museo Nacional Ferroviario. Av. del Libertador 405, CABA y está abierto todos los días de 10 a 20 horas.

    Fuente: Museo Nacional Ferroviario


    Susana Espósito - 7694 caracteres – Lunes 21/04/25