¿Verdadero o falso?

Hace unos días, recorriendo San Telmo en busca de información sobre lo que acontece en este tradicional barrio porteño, caminábamos por el Pasaje San Lorenzo como por un túnel del tiempo que nos transporta al pasado y aunque ya pasaron los tiempos de las invasiones inglesas, del candombe de los negros y la terrible epidemia de fiebre amarilla, allí siguen como fieles testigos de aquella época, los adoquines de las calles, las veredas angostas, esas ventanas altas de las casas de patios y dentro de las mismas, los duendes del pasado.

En San Telmo todo parece igual pero va mutando, aunque los cambios y la modernidad que pretenden adaptarse a los tiempos que corren, se resisten a abandonar esa esencia tanguera de aquel arrabal porteño.

En esta oportunidad, cuando estábamos llegando a mitad de cuadra, un hombre parecidísimo a León Gieco, salía de una de esas casas de patios y al vernos, parecía adivinar que buscábamos descubrir algo nuevo y nos ayudó a encontrarlo. Mirándonos con gran simpatía y sin que le preguntáramos nada, se acercó a decirnos en un castellano apenas entendible y con acento extranjero, que vive allí hace algunos meses y con gran entusiasmo nos pidió que nos acercáramos a la puerta de una casa vecina porque quería mostrarnos algo.

El hallazgo nos sorprendió. En esa casa, donde próximamente abrirían un restaurante, golpeó la puerta y pidió que nos dejaran ver lo que tanto le había gustado a él. ¿Qué era? Un “Molinos Campo” (así lo decía él). Cuando quisieron arreglar las paredes de esa antigua casa, al picar el revoque de una de las mismas, apareció ante la sorpresa del albañil un fresco de “Molina Campos”.

Dicho fresco se llama “Meta Puazo” y apareció en un almanaque de Alpargatas en el año 1941. Recrea la escena de una riña de gallos, adentro de un rancho en el que varios gauchos están sentados y otros parados observando la pelea sangrienta de las dos aves.

Evidentemente de haber sido una sorpresa para el dueño de este lugar donde inesperadamente encontró un tesoro oculto detrás del revoque de una pared, que ahora protegió detrás de un cristal y quien ingresa allí puede disfrutarlo, pero surge una pregunta:

Será un verdadero Molina Campos o una falsificación con un parecido fantástico? Difícil la respuesta para quienes no somos expertos en arte.

Excelente la idea de resguardarlo para que todos disfruten viendo la obra de un excelente pintor que recreó la vida y las costumbres del gaucho, los paisajes de la Pampa, con un estilo propio, al que algunas veces le han criticado sus horizontes bajos, como también lo hicieron cuando pintaba los caballos con las cuatro patas en el aire, pero a él no le importaba, decía que pintaba lo que veía y a nosotros nos gustó mucho descubrir, gracias a nuestro amigo anónimo, esta perlita que ahora salió a la luz.

Susana Espósito - Publicada el 04/10/13 - 2819 caracteres